martes, 18 de octubre de 2016

La tertulia sobre "Ritos funerarios" de Hannah Kent

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Sin duda alguna la tertulia de ayer 17 de octubre ha sido, de todas las celebradas hasta el momento -¡y ya van una montonada!-, la más participativa, la más entusiasta, y la que más coincidencias despertó entre todos los asistentes.
Nos reunimos en "The Monks", un pub setentero algo venido a menos que está pidiendo a gritos un lavado de cara. Lo mejor del local fue la sala en que nos ubicaron: un espacio sin más música que el estrepitoso ruido de los goznes de la cámara frigorífica de la que sacaban cada cierto tiempo utensilios, bebidas y comidas para la cafetería aneja. Por lo demás, el lugar venía al pelo para comentar una novela seria, sobre una historia terrible, en una naturaleza inhóspita, como "Ritos funerarios" de Hannah Kent.

Comenzó a hablar, como ya es norma en el grupo, quien propuso el título. En esta ocasión como había sido Margarita Tena la que lo sugirió, ella fue quien abrió el fuego. Habló Marga de que un viaje que realizó a Islandia estuvo en la base de su propuesta, pues el clima, las construcciones tradicionales de dicho país unidos a la bonhomía de sus gentes la había incitado a leer algún texto que se desarrollase en esas tierras. Cuando supo de este título se propuso leerlo. Su satisfacción tras hacerlo -nos dijo- había sido plena. Todos corroboramos su primera impresión y en ordenado debate fueron saliendo, en las intervenciones de unos y otros, los aspectos que nos más habían impactado de esta obra.

Granjas de turba en Islandia como la que aparece en "Ritos funerarios"
Lo primero que nos llamó la atención fue la enorme calidad de la novela siendo como era la ópera prima de una joven autora, Hannah Kent (Adelaida, Australia, 1985). Nos sorprendió la documentación tan exhaustiva, el trabajo tan enorme que le debía de haber supuesto confeccionar un relato tan completo, tan lleno de detalles antropológicos y de comportamiento de la sociedad islandesa de 1829, la fecha en que tienen lugar los hechos que se relatan. Una sociedad rural, marcada por la religiosidad luterana, machista, en la que la mujer teniendo un papel esencial en el campo laboral sin embargo vive un tanto marginada siendo tachada de bruja, 'rara' o considerada peligrosa, cuando como en el caso de Agnes, la protagonista, destaca por su inteligencia y sus ganas de bien hacer.

Nos alucinó la dureza de la vida en el paisaje frío y helado islandés, la aspereza de las relaciones humanas, la crueldad y frialdad con que los medios oficiales preparan los castigos, lo difícil que debía de ser habitar esas granjas hechas de turba por las que se filtraba el frío terrible de la noche amaneciendo sus ocupantes con las mantas llenas de hielo... Pero al mismo tiempo nos admiró la maestría con la que la escritora va haciendo nacer en seres tan brutales sentimientos de amor y amistad, aunque a veces ese amor conlleve acciones impresionantes de consecuencias aterradoras.

Alabamos,, y con razones bien fundamentadas por unos y por otros, cómo la espeluznante historia verídica en la que se basa la novela, -el último ajusticiamiento de una mujer realizado en Islandia-, pasa en la mente de los lectores a un segundo plano, a una pura anécdota, pues lo esencial es el mundo de relaciones que hay entre los personajes, siendo el hecho real simplemente un punto de partida para mostrarlo. Y lo muestra esta joven escritora australiana a través de un lenguaje trasfundido de poesía, lleno de imágenes hermosísimas, y con unas técnicas narrativas que sorprenden por lo sinuoso de las mismas pues, sin exhibicionismo, con la manera de manejar las personas narrativas, el EIL (estilo indirecto libre) y otros procedimientos logra que los lectores nos veamos inmersos en esos paisajes de hielo, vistamos esos andrajos apestosos, sucios y malolientes de Agnes, sintamos el frío en nuestras propias carnes y deseemos fundirnos con el cuerpo cálido de las vacas para entrar algo en calor, o veamos y prácticamente estemos acompañando a las mujeres en la labor de desangrar a las ovejas muertas y hacer morcillas con ellas durante la matanza. Vamos, qué más queréis que diga que no sepamos y, lo más importante, hayamos disfrutado con ello. [Nota: Como suelo hacer, en mi blog he publicado una reseña sobre "Ritos funerarios" de Hannah Kent, que se puede leer aquí. Creo que esta entrada de "Más que palabras..." añade a la mía aspectos interesantísimos que allí no aparecen].

Una buena  novela, sí señor, una maravillosa novela. Juan Dionisio cerró el turno de intervenciones diciendo que últimamente estamos leyendo unas obras magníficas, estupendas, de una calidad sobresaliente, pero que todas ellas, como ésta de "Ritos funerarios", plantean historias terribles, durísimas, espeluznantes muchas veces; por ello dijo que no estaría mal que de vez en cuando leyéramos algo más suavecito, más llevadero, menos duro. Sí, le dijimos, nos pondremos a pensar (¡y cuando nos ponemos a pensar... bueno, bueno!) pero la próxima lectura ya la dejamos establecida en la reunión anterior; así que intentaremos hacer propuestas de lecturas más light en la siguiente reunión.

Rincón poético
Como ya es norma, al finalizar el tiempo de opinar sobre la novela, pasamos a la sección poética. En esta ocasión los bardos iban a ser Cecilia y Juan Carlos, pero como Cecilia no pudo asistir a la reunión pues quedó solo ante el peligro quien escribe esta crónica, o sea, yo.
José Hierro, Cuaderno de Nueva York, Poesía social
El poema que elegí es de José Hierro (Madrid, 1922 - 2002), poeta social de la cotidianidad, y pertenece a su penúltima obra publicada, "Cuaderno de Nueva York" (1998). Os dejo el texto  y tras él una grabación en audio del mismo. No sé cómo quedará el audio pues es la primera vez que hago algo así en el blog, grabarme y colgar el archivo. Por lo tanto no sé si saldrá bien; espero que si algo falla me sabréis perdonar.

Oración en Columbia University

Bendito sea Dios, porque inventó el silencio,
y el chirrido de la chicharra,
y el lagarto de fastuoso traje verde,
y la brasa hipnotizadora
(horizontal crepúsculo pudo haberla llamado
don Pedro Calderón de la Barca en el declive del Barroco).
Bendito sea Dios que inventó el agua
el agua sobre todo.

Bendito sea Dios porque inventó el amanecer
y el balido que lo poblaba.
Ahora vuelvo a escuchar aquella melodía.
El arroyo arpegiaba sobre cantos rodados,
hacía el contrapunto.
Suena el concierto en mi memoria.
O puede que se trate
de una música diferente:
la que escuchó, primero, entre los arrayanes de Granada
Federico García Lorca,
y luego aquí, rescatada,
en Columbia University.

Bendito sea Dios que inventó los prodigios
que contaba mi padre
perfumado de espliego y de tomillo.
Eran historias de ciudades mágicas
en las que el agua circulaba
por venas de metal, agua caliente y fría
(nos lo contaba al borde del regato,
helado en el invierno, seco en estío:
«Venga, a lavarse, coño, guarros».
Y obedecíamos).

Bendito sea Dios que inventó la cabra —la cabra
que rifaba por los pueblos—
mucho antes que Pablo Picasso,
con barriga de cesto de mimbre
y tetas como guantes de bronce.
Maldito sea Dios porque inventó el estaño
parpadeante del olivo,
ramas y tronco de Laoconte,
y aquella sombra trágica de catafalco y oro:
un rayo congelado en la mano siniestra
y en la diestra un crepúsculo.
Maldito sea Dios porque inventó a mi padre
colgado de una rama del olivo
poco después de recogerse la aceituna.
No puedo perdonárselo.
Pero eso fue más tarde.
Antes fueron los niños.
Bendito sea Dios que inventó aquellos niños,
vestidos como príncipes o pájaros.
Con voces de cristal, «Papá», decían a su padre.

Bendito sea Dios por inventar una palabra
milagrosa, jamás oída,
y su padre correspondía
con vaharadas de ternura.

Maldito sea Dios, porque yo quise
arrezagarme en la ternura
pronunciando la mágica palabra
entonces descubierta. «¿Papá?» «Mariconadas,
si te la vuelvo a oír te llevas una hostia».

Bendito sea Dios porque inventó los años,
1970, 1980, 1990...,
inventó el fuego, el oro viejo
de los arces de otoño,
y estos ríos profundos como penas,
largos como el olvido o el recuerdo,
hospitalarios, generosos,
por los que la ciudad va navegando
hasta la mar, que es el morir.

Bendito sea Dios que inventó libros sabios.
Se daba nombre en ellos
a lo que antes no lo tenía.
Bendito sea Dios porque inventó licenciaturas
masters, campus con risas y con marihuana,
laboratorios y celebraciones
con cantos en latín, gaudeamus igitur,
todo situado en niveles distintos del tiempo.

Bendito sea Dios que inventó la memoria
y que inventó el silencio de este lugar aséptico,
y las venas metálicas ocultas
en las que el agua espera
unas manos liberadoras que les devuelvan su canción.
Ahora sé que mi padre está vengado.
Mi padre, descolgado del olivo
pronuncia con mis labios las palabras totémicas,
y se estremece este recinto sagrado.
«Coño, joder, carajo, a lavarse la cara, hostias».
Y abro los grifos, lavabos, duchas, retretes,
se desbordan las aguas que él soñaba
en la choza de adobe y paja
cantan la gloria de la recuperación,
y mi padre navega por las aguas,
le provoco, gritándole desconsolado.
«¡Papá!». «Mariconadas», me contesta.
ahogado, recuperado,
navegante por los canales de oro,
vivo ya para siempre.

Poesía en audio
Oración en Columbia University




La próxima tertulia
Por último, tras tan intensa y participativia tertulia pasamos a proponer fecha para la lectura de "Instrumental" de James Rhodes que ya habíamos elegido como libro para noviembre en la tertulia anterior. Buscando y barajando fechas decidimos que la próxima reunión tenga lugar el martes 15 de noviembre a la hora acostumbrada, las 19:00. El lugar, habida cuenta de que estábamos por la zona de Capitán Haya decidimos que fuese en "Tasca La Farmacia",  c/ Capitán Haya, 19. Ya sólo por el techo que cubre la zona de mesas merece la pena estar en ella; lo que no sabemos es si habrá el nivel acústico imprescindible para poder intercambiar opiniones en un ambiente sosegado como el que hemos tenido en esta ocasión. Como dicen los franceses: On verra!

Además del comentario sobre la obra de James Rhodes, siguiendo el orden de apellidos corresponde el turno de elección y lectura de poemas a Cecilia Gómez y Mª Jesús Gómez. A ver si en esta ocasión podéis participar, amigas.