Nos reunimos en "The Monks", un pub setentero algo venido a menos que está pidiendo a gritos un lavado de cara. Lo mejor del local fue la sala en que nos ubicaron: un espacio sin más música que el estrepitoso ruido de los goznes de la cámara frigorífica de la que sacaban cada cierto tiempo utensilios, bebidas y comidas para la cafetería aneja. Por lo demás, el lugar venía al pelo para comentar una novela seria, sobre una historia terrible, en una naturaleza inhóspita, como "Ritos funerarios" de Hannah Kent.
Comenzó a hablar, como ya es norma en el grupo, quien propuso el título. En esta ocasión como había sido Margarita Tena la que lo sugirió, ella fue quien abrió el fuego. Habló Marga de que un viaje que realizó a Islandia estuvo en la base de su propuesta, pues el clima, las construcciones tradicionales de dicho país unidos a la bonhomía de sus gentes la había incitado a leer algún texto que se desarrollase en esas tierras. Cuando supo de este título se propuso leerlo. Su satisfacción tras hacerlo -nos dijo- había sido plena. Todos corroboramos su primera impresión y en ordenado debate fueron saliendo, en las intervenciones de unos y otros, los aspectos que nos más habían impactado de esta obra.
Granjas de turba en Islandia como la que aparece en "Ritos funerarios" |
Nos alucinó la dureza de la vida en el paisaje frío y helado islandés, la aspereza de las relaciones humanas, la crueldad y frialdad con que los medios oficiales preparan los castigos, lo difícil que debía de ser habitar esas granjas hechas de turba por las que se filtraba el frío terrible de la noche amaneciendo sus ocupantes con las mantas llenas de hielo... Pero al mismo tiempo nos admiró la maestría con la que la escritora va haciendo nacer en seres tan brutales sentimientos de amor y amistad, aunque a veces ese amor conlleve acciones impresionantes de consecuencias aterradoras.
Alabamos,, y con razones bien fundamentadas por unos y por otros, cómo la espeluznante historia verídica en la que se basa la novela, -el último ajusticiamiento de una mujer realizado en Islandia-, pasa en la mente de los lectores a un segundo plano, a una pura anécdota, pues lo esencial es el mundo de relaciones que hay entre los personajes, siendo el hecho real simplemente un punto de partida para mostrarlo. Y lo muestra esta joven escritora australiana a través de un lenguaje trasfundido de poesía, lleno de imágenes hermosísimas, y con unas técnicas narrativas que sorprenden por lo sinuoso de las mismas pues, sin exhibicionismo, con la manera de manejar las personas narrativas, el EIL (estilo indirecto libre) y otros procedimientos logra que los lectores nos veamos inmersos en esos paisajes de hielo, vistamos esos andrajos apestosos, sucios y malolientes de Agnes, sintamos el frío en nuestras propias carnes y deseemos fundirnos con el cuerpo cálido de las vacas para entrar algo en calor, o veamos y prácticamente estemos acompañando a las mujeres en la labor de desangrar a las ovejas muertas y hacer morcillas con ellas durante la matanza. Vamos, qué más queréis que diga que no sepamos y, lo más importante, hayamos disfrutado con ello. [Nota: Como suelo hacer, en mi blog he publicado una reseña sobre "Ritos funerarios" de Hannah Kent, que se puede leer aquí. Creo que esta entrada de "Más que palabras..." añade a la mía aspectos interesantísimos que allí no aparecen].
Una buena novela, sí señor, una maravillosa novela. Juan Dionisio cerró el turno de intervenciones diciendo que últimamente estamos leyendo unas obras magníficas, estupendas, de una calidad sobresaliente, pero que todas ellas, como ésta de "Ritos funerarios", plantean historias terribles, durísimas, espeluznantes muchas veces; por ello dijo que no estaría mal que de vez en cuando leyéramos algo más suavecito, más llevadero, menos duro. Sí, le dijimos, nos pondremos a pensar (¡y cuando nos ponemos a pensar... bueno, bueno!) pero la próxima lectura ya la dejamos establecida en la reunión anterior; así que intentaremos hacer propuestas de lecturas más light en la siguiente reunión.
Rincón poético
Como ya es norma, al finalizar el tiempo de opinar sobre la novela, pasamos a la sección poética. En esta ocasión los bardos iban a ser Cecilia y Juan Carlos, pero como Cecilia no pudo asistir a la reunión pues quedó solo ante el peligro quien escribe esta crónica, o sea, yo.
El poema que elegí es de José Hierro (Madrid, 1922 - 2002), poeta social de la cotidianidad, y pertenece a su penúltima obra publicada, "Cuaderno de Nueva York" (1998). Os dejo el texto y tras él una grabación en audio del mismo. No sé cómo quedará el audio pues es la primera vez que hago algo así en el blog, grabarme y colgar el archivo. Por lo tanto no sé si saldrá bien; espero que si algo falla me sabréis perdonar.
Oración en Columbia University
Bendito sea Dios, porque inventó el silencio,
y el chirrido de la chicharra, y el lagarto de fastuoso traje verde, y la brasa hipnotizadora (horizontal crepúsculo pudo haberla llamado don Pedro Calderón de la Barca en el declive del Barroco). Bendito sea Dios que inventó el agua el agua sobre todo. Bendito sea Dios porque inventó el amanecer y el balido que lo poblaba. Ahora vuelvo a escuchar aquella melodía. El arroyo arpegiaba sobre cantos rodados, hacía el contrapunto. Suena el concierto en mi memoria. O puede que se trate de una música diferente: la que escuchó, primero, entre los arrayanes de Granada Federico García Lorca, y luego aquí, rescatada, en Columbia University. Bendito sea Dios que inventó los prodigios que contaba mi padre perfumado de espliego y de tomillo. Eran historias de ciudades mágicas en las que el agua circulaba por venas de metal, agua caliente y fría (nos lo contaba al borde del regato, helado en el invierno, seco en estío: «Venga, a lavarse, coño, guarros». Y obedecíamos). Bendito sea Dios que inventó la cabra —la cabra que rifaba por los pueblos— mucho antes que Pablo Picasso, con barriga de cesto de mimbre y tetas como guantes de bronce. Maldito sea Dios porque inventó el estaño parpadeante del olivo, ramas y tronco de Laoconte, y aquella sombra trágica de catafalco y oro: un rayo congelado en la mano siniestra y en la diestra un crepúsculo. Maldito sea Dios porque inventó a mi padre colgado de una rama del olivo poco después de recogerse la aceituna. No puedo perdonárselo. Pero eso fue más tarde. Antes fueron los niños. Bendito sea Dios que inventó aquellos niños, vestidos como príncipes o pájaros. Con voces de cristal, «Papá», decían a su padre. |
Bendito sea Dios por inventar una palabra
milagrosa, jamás oída, y su padre correspondía con vaharadas de ternura. Maldito sea Dios, porque yo quise arrezagarme en la ternura pronunciando la mágica palabra entonces descubierta. «¿Papá?» «Mariconadas, si te la vuelvo a oír te llevas una hostia». Bendito sea Dios porque inventó los años, 1970, 1980, 1990..., inventó el fuego, el oro viejo de los arces de otoño, y estos ríos profundos como penas, largos como el olvido o el recuerdo, hospitalarios, generosos, por los que la ciudad va navegando hasta la mar, que es el morir. Bendito sea Dios que inventó libros sabios. Se daba nombre en ellos a lo que antes no lo tenía. Bendito sea Dios porque inventó licenciaturas masters, campus con risas y con marihuana, laboratorios y celebraciones con cantos en latín, gaudeamus igitur, todo situado en niveles distintos del tiempo. Bendito sea Dios que inventó la memoria y que inventó el silencio de este lugar aséptico, y las venas metálicas ocultas en las que el agua espera unas manos liberadoras que les devuelvan su canción. Ahora sé que mi padre está vengado. Mi padre, descolgado del olivo pronuncia con mis labios las palabras totémicas, y se estremece este recinto sagrado. «Coño, joder, carajo, a lavarse la cara, hostias». Y abro los grifos, lavabos, duchas, retretes, se desbordan las aguas que él soñaba en la choza de adobe y paja cantan la gloria de la recuperación, y mi padre navega por las aguas, le provoco, gritándole desconsolado. «¡Papá!». «Mariconadas», me contesta. ahogado, recuperado, navegante por los canales de oro, vivo ya para siempre. |
Oración en Columbia University
La próxima tertulia
Por último, tras tan intensa y participativia tertulia pasamos a proponer fecha para la lectura de "Instrumental" de James Rhodes que ya habíamos elegido como libro para noviembre en la tertulia anterior. Buscando y barajando fechas decidimos que la próxima reunión tenga lugar el martes 15 de noviembre a la hora acostumbrada, las 19:00. El lugar, habida cuenta de que estábamos por la zona de Capitán Haya decidimos que fuese en "Tasca La Farmacia", c/ Capitán Haya, 19. Ya sólo por el techo que cubre la zona de mesas merece la pena estar en ella; lo que no sabemos es si habrá el nivel acústico imprescindible para poder intercambiar opiniones en un ambiente sosegado como el que hemos tenido en esta ocasión. Como dicen los franceses: On verra!
Además del comentario sobre la obra de James Rhodes, siguiendo el orden de apellidos corresponde el turno de elección y lectura de poemas a Cecilia Gómez y Mª Jesús Gómez. A ver si en esta ocasión podéis participar, amigas.