sábado, 15 de febrero de 2020

En febrero hicimos tertulia con Manuel Longares y Juan Cruz

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Nos habíamos citado en "El Villagodio
Como se puede leer en la entrada anterior, la de la tertulia que dedicamos a Galdós en enero, el jueves 13 de febrero habíamos quedado a comer con el autor de "Romanticismo", la lectura seleccionada para este mes. Fue el periodista y escritor Juan Cruz el artífice de este encuentro entre los tertulianos y Manuel Longares, el creador de la novela escogida.

A la puerta de "El Villagodio", el restaurante donde comeríamos -¡bravo por tu elección, Mercedes, no pudiste elegir mejor lugar para hablar con el necesario sosiego!- nos encontramos con los dos escritores. Juan Cruz que iba acompañado de Julián Rojas, fotógrafo del diario "El País", propuso hacernos una foto con Manuel Longares antes de entrar a comer. Así lo hicimos y esperamos haber salido lo mejor posible, algo que damos por seguro.

La dirección de "El Villagodio" nos había reservado una sala para nosotros solos aislada del resto de comensales. Íbamos a ser 11 + 2, el día anterior al 14 de febrero, a las 14'30, una hora a la que el menú del día era degustado por un restaurante repleto dentro y con cola a la entrada. De nuevo, pues, otra vez un hip, hip, hurra por la previsión y buen hacer de Mercedes.


La Tertulia sobre "Romanticismo" de Manuel Longares
Iniciamos la Tertulia al tiempo que nos iban sirviendo el Cocido que la mayoría habíamos elegido. Pese a la vorágine y ruidoso vértigo producidos al principio por el incesante entrar y salir de las camareras en la sala pudimos ir entrando en harina respecto a la novela que nos convocaba. La verdad es que en esta ocasión, y a petición expresa de Juan Cruz que tomaba diligente nota de cuanto allí se decía, procuramos en la medida de lo posible -¡no siempre nos es posible, Juan, nos puede la pasión!- no interrumpir las intervenciones de los tertulianos.

Ana fue quien había propuesto el título, y, por eso ella fue quien rompió el fuego explicando el motivo de la elección. Fue consecuencia, dijo, de la conversación habida entre ella y este cronista en la BN al final de la exposición dedicada a Galdós por el centenario de su fallecimiento. Allí, antes de abandonar la muestra en una especie de atril circular se podían escuchar audios de autores actuales (Muñoz Molina, Almudena Grandes, Manuel Longares, Elvira Lindo y Andrés Trapiello) que comentaban alguna obra del canario ilustre. Ante el  audio de Manuel Longares surgió el título de su novela "Romanticismo". Fue una novela que allá por 2003 ó 2004 leyó ella y que desde esa primera lectura le encantó; tanto que es fácil, prosiguió, que sea el libro que más he prestado. Expuso que el ambiente de clase alta que se describía en la obra le era reconocible por haberlo visto en otros aunque ella no lo hubiese vivido en carne propia. Todas las calles, los locales que se nombraban los había conocido e incluso en algunos había estado. Un 'pero' quiso formularle al escritor y fue que le parecía excesiva la manera de presentar a los 'pijos'. Manuel Longares contestó que no puede obviarse que estamos en los territorios de la ficción y que aunque se le etiquetaba de realista él no se reconocía del todo en este rótulo porque la invención tiñe siempre la narración y con ella el autor suple las 'deficiencias' de la realidad. Unas deficiencias que presenta el paisaje al que pretendes ser fiel, nos dijo, pero que los años han cambiado y hacen que te traicione. El escritor debe corregir hacia arriba o hacia abajo esas deficiencias a fin de lograr su propósito narrativo.

Tras esta primera intervención, luego se fueron sucediendo los comentarios de unos y de otros tertulianos sin poder, en el momento en que escribo esta entrada, determinar a ciencia cierta quién dijo tal o cual cosa. Queden pues las reflexiones que vayan apareciendo en esta Crónica sin autoría concreta a fin de no errar en la atribución. Se habló de que así como varios lectores reconocían el paisaje social que se narraba e incluso comentaron su cercanía al mismo aunque no en los términos de pijotería y de no dar palo al agua que caracterizan a la familia protagonista, también hubo quienes vieron en principio el relato como algo totalmente alejado de la realidad vivida por ellos y sus familias dado el ámbito rural en que crecieron. Para quienes vivieron los años del franquismo que se relatan en la primera parte no en Madrid sino en otras capitales de provincia, el detallismo descriptivo, las largas enumeraciones de personajes que de un modo u otro aparecen en el relato, así como el extensísimo número de locales a los que estos personajes acuden por ocio o necesidad se les había hecho algo difícil de deglutir en un primer momento. Hubo compañeros que incluso llegaron a tener la tentación de abandonar la lectura; sin embargo, superado este inicial momento de empacho, su disposición ante la novela luego fue bien otra llegando a darle al relato una segunda oportunidad finalizada la lectura primera. Fue entonces -nos dijeron- cuando vieron y disfrutaron mejor las calidades de la novela. Se diría que de las tres partes que componen la narración, la primera fuera una fronda que de profusa dificultara ver el bosque amplio y perfectamente constituido del que junto al resto forma parte.

Se habló sobre el tratamiento dado al tiempo en el relato. El autor al hablarle sobre la sensación de disolución temporal, de anulación del tiempo, comentó su intencionalidad perseguida con ello: había querido transmitir al lector la idea de que durante el franquismo -e incluso en los años que siguieron, aunque ya algo menos- la sociedad era como un estanque parado en el que nada sucedía y el tiempo siempre era el mismo independientemente de si eran los padres, los hijos o los nietos quienes protagonizaban el momento.

Al hilo de lo anterior se le preguntó sobre el narrador, sobre quién narraba la historia. Nos aclaró que Hortensia, en la primera; un narrador grupal o coral en la segunda; y en la tercera indubitablemente quien narraba era Marta Pombo, la militante de base socialista que ve con sorpresa cómo con la democracia ha cambiado la lucha obrera en la agrupación socialista del barrio. A este respecto se comentó que durante el franquismo, en los barrios, eran otros los protagonistas de la lucha política y poco protagonismo tuvieron los socialistas. Longares aclaró que su intención a este respecto en la novela había sido bastante crítica, humorística y paródica. Se habló entonces del humor, tan importante y abundante en la novela, citándose momentos de la narración que a todos nos hicieron sonreír.

 Se señaló en otro momento que se percibía un cierto maniqueísmo en el libro. A algunos nos había parecido que se enjuiciaba de modo diferente a los personajes, por ejemplo, al presentar prácticas sexuales, según que los mismos pertenecieran al 'cogollito' o habitaran en la conurbación del mismo. Y al igual que en el sexo también en su disposición ante el trabajo: nula en los habitantes del barrio de Salamanca; de esfuerzo, aplicación y completa entrega en la de los de la calle Narváez (el administrador Marcos Panizo) o en las chicas que trabajaban en la casa de los Arce Matesanz (Domi, Wences e incluso Bea). Contra este maniqueísmo se escucharon voces que entendían que nunca en un colectivo todos son iguales y que vagos y trabajadores los hay en todas las clases sociales; y en cuanto al sexo, pues qué decir...

También se habló y bastante de la enorme literatura que contiene "Romanticismo". Literatura en forma de alusiones o intertextos que se pueden reconocer provenientes de la tradición literaria española que Longares ha interiorizado y forman parte intrínseca de él: Cervantes, Valle Inclán, Pío Baroja, la novela por entregas, la poesía del siglo de Oro, Camilo José Cela... y sobre todo don Benito Pérez Galdós..., y también los costumbristas madrileños..., y ... Todo, prácticamente todo el espectro literario español es posible ver reflejado en esta estupenda novela que tanto se disfruta una vez que se superan las primeras vallas de su recorrido.

Así transcurrió la comida y la tertulia que la salpimentó; de manera que a decir verdad apenas si fuimos conscientes de lo que comimos pues los bocados fundamentales se los llevaron las intervenciones, comentarios, reflexiones de los contertulios y las contestaciones pausadas, sinceras y sabias del autor. Tan bien estábamos que cuando Juan Cruz, que durante toda la comida no se cansó de tomar cumplida nota de cuanto allí se hablaba, tuvo que marcharse, nos quedamos con Manuel Longares y aprovechamos, con su gentil aquiescencia -¡qué buena gente es este hombre!-, a hacerle preguntas más que a presentarle más impresiones que las ya surgidas durante la comida.

Le preguntó María Jesús por esos períodos oracionales tan extensos que, además de haberle encantado, le habían recordado la novela "Ordesa" de Manuel Vilas que en el grupo leímos en su día. Longares respondió con ironía y luego pasó a decir que nunca su literatura había sido comercial ni muy bien entendida por el gran público. Pero que pese a ello esta novela era la que mejor receptividad había tenido aunque para ello tuviera que aguardar a la 2ª o 3ª edición, pues al principio los lectores la abandonaban o se aburrían con ella. Juan Dionisio le dijo que el vocabulario que manejaba era increíble y magnífico. El escritor explicó que siempre es el lenguaje el que se impone. Al saber el novelista que Juan Dionisio se dedicaba a la música como profesor y ejecutante se interesó por saber qué le había parecido la escena del concierto de música en el Retiro. Inma se interesó por si había personajes reales.  Sí, en origen, pero un personaje siempre es la suma de varias cosas -contestó Manuel Longares-. Cecilia pidió al autor información sobre cómo fabricaba los personajes. El novelista dijo que desde el principio él sabe lo que va a ocurrir; que en su proceso de escritura realiza tres reescrituras y que en cada una de ellas al núcleo primero de seres se le van añadiendo otros; que crear, lo que se dice crear, o sea la realización concreta del acto de creación, en su habitual jornada de escritor que comienza a las cuatro o cinco de la madrugada, sólo se produce como mucho durante una hora u hora y media, dedicando el resto del tiempo de trabajo a corregir, porque son las palabras que aparecen las que -dijo- me van haciendo matizar aquí y allá. Guida le preguntó por el personaje Pía Matesanz y Ana por cómo le surgió la idea de la historia. Longares respondió con enorme sinceridad al decir que la historia nació en él por un intento de recuperar así a una mujer que conoció pero que se fue; esta búsqueda le hizo recuperar el espacio en el que tal cosa había sucedido y así fue apareciendo ese Madrid del final del franquismo, etc., etc. Yo, Juan Carlos, le pregunté por el título, ¿por qué "Romanticismo"? El novelista respondió que con ese término él quería significar el cambio a lo otro, a lo que no se sabía qué sería, a lo inexplicable, a lo inefable. Mercedes se interesó por ese enorme conocimiento que demostraba, por cómo se documentaba. El autor vino a decir que no era fácil responder a esto, pero que eran ya 76 años vividos y eso proporciona mucha información.
[como siempre en mi blog tengo reseña hecha sobre este título
 a la que se puede acceder pinchando aquí]

Bueno, voy a concluir porque me estoy contradiciendo. Dije que no iba a nombrar a nadie y al final he nombrado a todos salvo a Margarita, Carmen y Mary Luz. No os lo toméis a mal, queridas amigas, y lo mismo pido a quienes no hayáis visto reflejadas con exactitud vuestras opiniones o cuestiones. Quiero creer que vuestras intervenciones estarán contenidas en algún momento de esta Crónica que se me está haciendo interminable como esos párrafos por los que preguntaba Mª Jesús pero sin la maestría de nuestro contertulio de honor.
Sí, digo bien, Manuel Longares y Juan Cruz, para nosotros habéis sido y sois contertulios de honor. A ambos desde aquí queremos invitaros a seguirnos y a participar en cualquiera de nuestras reuniones. Ha sido un lujo contar con vuestra presencia en ésta. En nombre de todos y en el mío propio os damos las gracias por el buen rato pasado a vuestro lado y, en especial a ti, Manuel Longares, por lo mucho que hemos aprendido contigo en tan poco tiempo. Gracias. Muchísimas gracias.

La próxima tertulia
Eran ya las cinco de la tarde cuando nos disponíamos a salir del Restaurante y nos dimos cuenta de que no habíamos elegido lectura para la Tertulia del mes de marzo. Con cierta premura se puso sobre la mesa el título de Irene Vallejo, "El infinito en un junco". '¡Es cojonuda!' -con rotundidad dijo Longares al escucharlo-. No nos hizo falta más. Dicho y hecho. Para nuestra próxima reunión comentaremos este libro que, parece, ha conmocionado el panorama cultural español, desde su aparición. Se dice que su lectura es deliciosa y escuchar a la autora otro tanto. Vamos, que pienso que la elección no ha sido mala, o quizá sí, ya veremos, para eso están las tertulias. La solución el próximo 11 de marzo, miércoles, a las 19:00 horas en la cafetería del Hotel Ibis de la calle Manuela Malasaña. Retornamos a lo habitual. Allá nos vemos, amigos.

Por último, simplemente decir que deseo que Juan Dionisio, que nos anunció su abandono temporal de las reuniones, vuelva en cuanto pueda a participar en las tertulias pues, amigo, tus puntos de vista sobre las lecturas siempre son aportaciones muy enriquecedoras. Un fortísimo abrazo.