Como ya es costumbre abrió la serie de opiniones sobre la novela de Almudena Grandes quien propuso su lectura, en esta ocasión quien esto escribe, o sea, yo mismo. Comencé explicando el motivo por el que tras muchos años de alejamiento de la escritora madrileña decidí acercarme de nuevo a ella. Este no era otro que ver cómo en blogs amigos sus últimas producciones eran muy alabadas. Leí, antes que "Las tres bodas de Manolita", "Los besos en el pan", precisamente la novela siguiente a la que llevábamos de lectura; y como me había gustado bastante al poco me puse con éste que compré en formato de bolsillo el 23 de abril pasado.
Muchas cosas me gustan de "Las tres bodas de Manolita" como hace ya meses señalé en mi blog [reseña aquí] pero esencialmente son tres o cuatro las más relevantes: primero, el costumbrismo historicista tan galdosiano de que hace gala la autora en esta tercera entrega de lo que ella significativamente denomina "Episodios de una guerra interminable"; en segundo lugar, esa manera de narrar que a mí me ha captado por completo con esos avances y retrocesos en el relato, especialmente cuando realiza sin previo aviso anticipaciones de lo que ya pasó pero los lectores aún no sabemos por lo que hemos de apresurarnos a leer para poder comprender del todo lo sucedido; en tercer lugar -señalé- me ha gustado ver cómo Almudena da voz en esta novela, y en muchas otras suyas también, al pueblo anónimo, protagonista auténtico de la marcha histórica aunque sus nombres particulares nunca pasen a los libros de historia, especialmente a mujeres como Manolita, Isabel, Eladia y otras muchas más que con esfuerzo y entrega desmedida lograron sacar adelante a los suyos y mantener también la esperanza de esos hombres salvajemente condenados a muerte o a trabajos forzados. Y aquí me paré para dar paso al resto de contertulios y que el intercambio de opiniones y participación en el debate resultase más fluido.
Mary Luz añadió a estas consideraciones la de que esta novela le había mostrado cosas que ella desconocía y de éstas la que sin lugar a dudas más le había impresionado era la del internado de chicas, hijas de republicanos presos, que regentado por monjas se servían de ellas para la realización de trabajos de lavandería en un régimen laboral que sólo cabría calificar de esclavista. Este asunto y el de la manera que tenían de sobrevivir los presos condenados a trabajar en Cuelgamuros fue lo que junto al innegable atractivo de la lectura más la habían impresionado.
Por su parte Mamen comentó que la historia le había resultado muy interesante aunque, sin lugar a dudas, a la misma le sobraban varios cientos de páginas, razón por la que en ocasiones -el último capítulo especialmente- le había resultado muy pesada. Con todo y con ello conocer aspectos como el sobrecogedor de Cuelgamuros le había hecho proseguir y no desfallecer en la lectura hasta finalmente culminarla.
Fue Mercedes la que con más entusiasmo abordó su turno. Nos dijo que, aunque el grosor del libro la asustaba un poco y tenía ciertas reticencias al comenzar la novela, fue aparecer en el relato la figura del Marqués de Hoyos y quedar ya del todo atrapada en su lectura. Y es que -nos explicó- su tesis doctoral iba sobre la figura de este anarquista decadentista, noble y homosexual, escritor prolífico de novela erótica sicalíptica. Es precisamente el tipo de erotismo suave exhibido en sus novelas el que puede verse en el personaje de Eladia, la folklórica enamorada y protectora de 'su' Antoñito el Guapo, que se reserva para quien ella quiere y no para cualquiera. Además Mercedes comentó lo mucho que le había agradado la técnica empleada en ocasiones de narrar al tiempo dos acciones distintas. Puso como ejemplo la manera de entreverar la acción de la construcción por parte de Silverio de la cabaña en Cuelgamuros con el recuerdo del texto análogo en la historia de Robinson Crusoe escrita por Daniel Defoe. Este homenaje a la literatura (Defoe, Galdós, Unamuno...) fue reconocido por todos los que allí estábamos.
Tras Mercedes, Cecilia expresó que, pese a las cosas que la novela le había desvelado: la manera de sobrevivir los presos en la construcción del Valle de los Caídos, la historia de la fábrica de armas en el mismo Madrid asediado o la del internado de chicas, la novela no le había agradado. Echaba en cara a la autora lo abigarrado de su escritura que hacía -afirmó- que el lector se perdiese en un sinfín de subordinadas que apenas si concluían adecuadamente. Además, dijo, del amplio número de personajes apenas si había alguno verdaderamente creíble; y es que ¿acaso la pareja formada por Eladia y Toñito era verosímil? Más bien le parecía algo propio de folletín.
Al resto de contertulios la novela en líneas generales sí les satisfizo. Así a Juan Dionisio, aunque le pareció algo tediosa y reiterativa la abundante inclusión de incisos que cortan la linealidad narrativa, en general la novela le entretuvo y le había gustado mucho. Guida, por su parte manifestó que le había agradado sobre todo por hablar de aspectos que durante décadas nos habían sido vedados a los españoles. A este respecto se abrió un animado comentario entre todos sobre cómo la enseñanza y la censura de ciertos contenidos conforma el pensamiento de las generaciones siguientes; en el caso de la guerra civil y su posguerra nosotros mismos éramos, por nuestro desconocimiento, claro ejemplo de ello. Siguió Guida hablando y dijo que era una novela en la que la historia estaba por encima de los personajes, a diferencia -afirmó- de sus cuatro primeras obras, más libros de personajes, mientras que aquí estábamos fundamentalmente ante una novela coral en la que la historia, la sociedad, el grupo de seres humanos, primaban sobre las anécdotas de los particulares. Cerró su intervención Guida comentando la cuidadosa y pertinaz técnica de trabajo que acomete la autora en sus novelas documentándose ad infinitum, algo que en "Las tres bodas de Manolita" es muy perceptible.
Ana dijo que le había gustado mucho. Que la manera de mostrar cómo se vivió la posguerra la había impactado y le había hecho recordar un libro de Arturo Barea que la había impresionado, "La raíz rota", una novela también de tono costumbrista como la de la Grandes que ella había leído hacía ya tiempo. Margarita comentó que se le habían hecho algo pesados el principio y el final, pero que en líneas generales le había gustado mucho. Dijo que le apetecía mucho al salir del trabajo llegar pronto a casa para tras comer ponerse de nuevo a leer la novela. A mí me hizo mucha gracia escucharle decir esto porque es una sensación semejante la que a mí también se me aparece cuando algo que estoy leyendo me encanta. Concluyó Margarita diciendo que de toda esa amplia galería de personajes que aparecen en la novela quizás el que más le había gustado por todo (simpatía, bondad, compromiso, amor, etc.) era Silverio.
Y la ronda de intervenciones la cerró Inma quien abundó en varios de los aspectos ya señalados y manifestó, tras decir que la novela sí le había gustado, que el costumbrismo que la autora presentaba a veces le había resultado falso. Concretamente dijo que esa lengua castiza que exhibía la escritora para crear color local le había parecido en ocasiones inventada por inexistente.
Una novela extensa que dio por resultado, como habréis visto, una tertulia animada y extensa pero para nada aburrida.
El libro de nuestro próximo encuentro
En esta ocasión decidimos tirar de listados anteriores y elegimos como novela para la próxima tertulia la de Edmund de Waal, "La liebre con ojos de ámbar" que ya todos en este momento debemos de tener en nuestro poder. La reunión la haremos el próximo martes día 23 de octubre en el Café del Rey en calle Paseo del Rey 22, lugar al que ya hemos acudido varias veces y que resulta del agrado de casi todos. La hora, como siempre a las 19:00.
En cuanto a quién corresponde en esa próxima reunión recitar el poema que sea de su elección, esta vez es Carmen Sánchez la responsable de hacerlo.
Rincón poético
Fue Juan Dionisio el encargado en esta tertulia de halagarnos el oído y el alma con su selección poética y el recitado correspondiente. Como no cabía esperar otra cosa de él, nos entregó antes de declamar los poemas el texto escrito de los mismos a fin de procurar que no perdeiéramos detalle. Se trata de dos poemas de dos autores muy diferentes entre sí. El primero es de Angel González, poeta muy querido por quien esto escribe y me parece recordar que ya hubo algún poema suyo en este Rincón Poético, pero mi memoria es frágil y no sabría concretar ni el cuándo ni el por quién. El segundo, pertenece a Angela Figuera Aymerich, poeta cuyo nombre algunos habíamos oído o leído alguna vez pero nada conocíamos de su quehacer poético. Los dos poemas elegidos tienen ese punto de gracia tan exigible a la creación literaria aunque el de Angel González poetice un momento muy entendible por los adultos y el de Figuera Aymerich lo sea de un juego infantil.
Angel González
'Inventario de lugares propicios al amor' (de “Tratado de Urbanismo”, 1967) Son pocos. La primavera está muy prestigiada, pero Es mejor el verano. Y también esas grietas que el otoño Forma al interceder con los domingos En algunas ciudades Ya de por sí amarillas como plátanos El invierno elimina muchos sitios: Quicios de puertas orientadas al Norte, Orillas de los ríos, Bancos públicos. Los contrafuertes exteriores De las viejas iglesias Dejan a veces huecos Utilizables aunque caiga nieve. Pero desengañémonos: las bajas Temperaturas y los vientos húmedos Lo dificultan todo. Las ordenanzas, además, proscriben La caricia (con exenciones Para determinadas zonas epidérmicas -sin interés alguno- En niños, perros y otros animales) Y el “no tocar, peligro de ignominia” Puede leerse en miles de miradas. ¿A dónde huir, entonces? Por todas partes ojos bizcos, Córneas torturadas, Implacables pupilas, Retinas reticentes, Vigilan, desconfían amenazan. Queda quizá el recurso de andar solo, De vaciar el alma de ternura Y llenarla de hastío e indiferencia, En este tiempo hostil, propicio al odio.
Ángela Figuera Aymerich
'JUGANDO'
(“Cuentos tontos para niños listos”) -¿Redonda? - La Luna. -¿Y redondo? - El Sol -¿Redonda? - La bola. -¿Redondo? - El balón -¿Redonda? - La fresa. -¿Redondo? - El fresón -¿Redonda? - La rosca. -¿Redondo? - El roscón -¿Redonda? - La lima. -¿Redondo? - El limón -¿Redonda? - La plaza. -¿Redondo? - El balcón -¿Redonda? - La torre. -¿Redondo? - El reloj -¿Redonda? - Tu cara. -¿Redondo? - Mi corazón -Tu corazón no es redondo -Tú ¿lo ves? - ¡Claro que no! -Entonces, ¿cómo lo sabes? -Porque sí. - ¡Vaya razón! -Es mío y sé que es redondo. - Pues ya no juego. - Ni yo. |
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