Dentro de la sala del Café antes de las siete de la tarde ya estábamos casi todos. En esta ocasión, salvo una despistada (jo, jo…) que equivocó el día y Cecilia que por culpa del transporte llegó con 10 minutos de retraso, pudimos comenzar la conversación con puntualidad soviética que se decía antes. De lo que allí se trató intentaré dar cuenta a continuación.
La Crónica
Inició la ronda de intervenciones Ana que fue quien con el apoyo de Cecilia había propuesto el título. Manifestó que era una obrita curiosa que le había hecho recordar no pocos momentos de su vida tangerina donde convivían tres culturas diferentes (cristiana, judía y musulmana) y en la que los judíos eran ciertamente peculiares y poco proclives a la integración. Este recuerdo y la lectura de la obra le llevó a reflexionar que el odio que sobre ellos recayó quizás se debiera a la opulencia con que vivían fruto de la enorme riqueza acumulada. También comentó que pese al título, los objetos -los 'netsuke'- son sólo una disculpa del escritor para escribir sobre su familia.
Tras Ana intervine yo, Juan Carlos, para decir que a mí la obra me había gustado por esa peculiar manera de recorrer los últimos 150 años de historia europea. Que, en efecto, no era exactamente una novela, sino más bien una investigación siguiendo el rastro de unos objetos que le llevan a hablar de los custodios de los netsuke durante ese largo período. También comenté lo mucho que me había agradado el modo de actualizar algunos momentos del pasado a través del empleo del presente de indicativo transmitiendo así la sensación de estar 'viendo' en ese preciso instante la acción que se nos narra. Por último llamé la atención sobre la transformación ya no sólo de Europa sino también de Japón país de donde proceden esos 'bibelots' que llegaron a manos de la familia Efrussi como consecuencia de la apertura del país nipón a Occidente en la segunda mitad del XIX; una apertura transformadora semejante -pero para nada equivalente- a la realizada por los japoneses al estilo de vida americana como consecuencia de haber sido derrotados en la IIª Guerra Mundial. [en mi blog tengo reseña hecha de la novela donde presento mejor esta opinión]
A partir de aquí la Tertulia derivó como es natural a hablar más de los judíos que de la obra en sí en la que no se aprecian características literarias muy destacables. A este respecto, Mamen manifestó su disgusto con el libro que le había parecido muy pesado y en el que echaba en falta un mejor aprovechamiento de ciertos personajes, fundamentalmente del de Anna, la empleada que con riesgo para su vida salvó con ingenio las 264 piececillas de la colección. El exceso de erudición y de referencias a autores, pintores, pensadores, y tal pareció a muchos tertulianos algo abrumador haciéndoles considerar al libro más como un catálogo que otra cosa.
A Inma, a quien sí le había agradado en líneas generales, la obra le había parecido más una Crónica de la familia del escritor que otra cosa. Juan Dionisio confesó que se había saltado algunas partes porque le parecían en exceso descriptivas (el vestidor de Emmy con sus numerosísimos trajes para cualesquiera circunstancia, por ejemplo) y de una pesadez suprema. Fue él quien vino a coincidir con Guida en la apreciación de que eran sólo la primera parte (la historia de Charles) y la última (la de Iggie y Jiro en Japón) las que tenían interés novelesco.
La mayoría de contertulios venían a convenir que nada nuevo por desconocido les había aportado el libro. A este respecto yo comenté que dadas nuestras numerosísimas lecturas y nuestro conocimiento del mundo es normal que no nos sorprendiese la historia de los sufrimientos de los judíos en la época nazi, pero que con todo y con eso a mí sí me había sorprendido ver que el tratamiento racista del nazismo fue el mismo con aquellos judíos menos pudientes que con los pudientes a pesar de que habían intentado asimilarse y confundirse con la cultura del país donde vivían (Austria; en seguida Alemania) a quien incluso habían hecho préstamos para que no naufragase en las épocas de crisis. A este respecto, Cecilia habló de comportamiento teatral de esta familia que defendía una actuación en casa y otra de puertas hacia afuera
Lo que más nos había agradado a todos fue comprobar que muchos de los personajes que aparecen en pinturas y obras literarias que nos encantan o han encantado desde siempre son seres 'reales': el Charles Swan de Marcel Proust que bebe en Charles Efrussi, o en "La marcha Radetzki" (novela que deberíamos de comentar en alguna de nuestras tertulias) de Joseph Roth el Banco donde el millonario Trotta mete todos sus caudales durante la depresión alemana y que no es otro que la Banca Efrussi. Y lo mismo sucede con esos cuadros de los pintores impresionistas que compran estos personajes y en los que a veces aparecen representados.
Por último una entretenida parte de la tertulia se nos fue en comentar que en esta ocasión estamos ante una obra que relata hechos reales como la mayoría habíamos comprobado. Juan Dionisio, muy escamado por vicisitudes pasadas, lo subrayó (ja, ja...). También Cecilia dijo haber comprobado algunos extremos, concretamente había seguido en especial la pista a Gisele y Bauer que se habían venido a España; en la Granja de San Ildefonso (Segovia) se conserva a día de hoy un edificio algo abandonado denominado 'Palacete Bauer'.
En lo que todos coincidimos fue en señalar la enorme sensibilidad que tiene Edmund de Waal y cómo logra transmitir la emoción que le produce la contemplación de las obras artísticas. No en balde él es un artista ceramista y concede a los objetos creados un valor supremo. Y es que de eso va este libro, de objetos, y más concretamente de lo que hay detrás de estos objetos.
Rincón poético
Carmen Sánchez era la encargada en esta sesión de deleitarnos con el recitado del poema elegido por ella. Su elección fue "Valgo", un poema en prosa atribuido a Jorge Luis Borges. Digo atribuido porque según lo buscaba por Internet para incluirlo en esta crónica he visto que no hay seguridad absoluta sobre su autoría. Quienes dudan de la misma suelen atribuírsela a la poeta norteamericana Nadine Stair quien lo publicó en 1978 dentro de su poemario "Instantes". Sea como fuere lo que sí es cierto es que el poema transmite un interesante mensaje que logró emocionarnos a todos.
"VALGO"
De tanto perder aprendí a ganar; de tanto llorar se me dibujó la sonrisa que tengo. Conozco tanto el piso que sólo miro el cielo. Toqué tantas veces fondo que, cada vez que bajo, ya sé que mañana subiré. Me asombro tanto como es el ser humano, que aprendí a ser yo mismo. Tuve que sentir la soledad para aprender a estar conmigo mismo y saber que soy buena compañía. Intenté ayudar tantas veces a los demás, que aprendí a que me pidieran ayuda. Trate siempre que todo fuese perfecto y comprendí que realmente todo es tan imperfecto como debe ser (incluyéndome). Hago solo lo que debo, de la mejor forma que puedo y los demás que hagan lo que quieran. Vi tantos perros correr sin sentido, que aprendí a ser tortuga y apreciar el recorrido. Aprendí que en esta vida nada es seguro, solo la muerte… por eso disfruto el momento y lo que tengo. Aprendí que nadie me pertenece, y aprendí que estarán conmigo el tiempo que quieran y deban estar, y quien realmente está interesado en mi me lo hará saber a cada momento y contra lo que sea. Que la verdadera amistad si existe, pero no es fácil encontrarla. Que quien te ama te lo demostrará siempre sin necesidad de que se lo pidas. Que ser fiel no es una obligación sino un verdadero placer cuando el amor es el dueño de ti. Eso es vivir…La vida es bella con su ir y venir, con sus sabores y sin sabores… aprendí a vivir y disfrutar cada detalle, aprendí de los errores pero no vivo pensando en ellos, pues siempre suelen ser un recuerdo amargo que te impide seguir adelante, pues, hay errores irremediables. Las heridas fuertes nunca se borran de tu corazón pero siempre hay alguien realmente a dispuesto a sanarlas con la ayuda de Dios. Camina de la mano de Dios, todo mejora siempre. Y no te esfuerces demasiado que las mejores cosas de la vida suceden cuando menos te las esperas. No las busques, ellas te buscan. Lo mejor está por venir.
La Próxima Tertulia
Mercedes comentó el deseo manifestado por Teresa -a quien desde aquí deseamos una pronta y completa recuperación de su operación de rodilla- de celebrar la tertulia del próximo mes de noviembre en su domicilio madrileño. A todos nos pareció una agradable posibilidad y de inmediato la aceptamos, y comenzamos a barajar posibles fechas para realizarla. Decidimos que si a Teresa le venía bien y estaba de acuerdo nos reuniríamos en su casa el próximo día 22 de noviembre, jueves, a la hora acostumbrada, las siete de la tarde.
La lectura que elegimos vino propuesta en esta ocasión por Mary Luz. Se trata de la novela "El corazón es un cazador solitario" que escribiera a mediados del siglo pasado la escritora norteamericana Carson McCullers. Esta autora murió tempranamente en 1967 de una hemorragia cerebral; está considerada como pionera en el tratamiento de temas como el adulterio, la homosexualidad y el racismo. Además -y esto ya sólo es una opinión mía- escribe de manera deliciosa. De la novelita en cuestión dice su sinopsis lo siguiente:
Escrita con tan sólo veintitrés años, El corazón es un cazador solitano (The Heart is a Lonely Hunter, 1940) fue la primera novela de Carson McCullers y dio a conocer la magnitud de su talento. Centrada en el ambiente de una pequeña ciudad sureña y en un grupo de personas que -en torno a la figura emblemática del sordomundo John Singer, el personaje más conseguido de esta genial autora- tienen en común la esencial soledad, su marginalidad y el rechazo de una sociedad que les ignora, El corazón es un cazador solitario es ya un clásico de la narrativa contemporánea. Leyendo El corazón es un cazador solitario el lector no puede evitar implicarse con cada uno de sus personajes y vibra ante la experiencia de seguir a Carson McCullers en su viaje por las profundidades del alma humana. Esta pieza maestra justifica sobradamente las palabras que Graham Greene escribió acerca de su autora: «Carson McCullers y quizá William Faulkner son, tras la muerte de D. H. Lawrence, los únicos escritores con una sensibilidad poética original. Prefiero Carson McCullers a William Faulkner porque escribe de modo más claro; la prefiero a D. H. Lawrence porque no tiene mensaje.»
No hay comentarios:
Publicar un comentario